Angelines Oviedo, catedrática de Turismo en la Universidad de Sevilla e investigadora de IATUR, ha sido reconocida como la primera y hasta ahora única “detective del fraude académico” en España, una distinción que refleja su compromiso con la integridad en la investigación científica.

Todo comenzó cuando Oviedo revisaba artículos académicos y detectó un error gramatical repetido: “week” (semana) aparecía en varios trabajos donde debería haberse escrito “weak” (débil). Lo llamativo no era solo el error, sino su recurrencia: hasta ochenta y cuatro revisiones distintas, firmadas por diferentes revisores, repetían la misma equivocación. Oviedo descubrió que estas revisiones pertenecían a un pequeño grupo de revisores que habían coincidido profesionalmente en otras ocasiones, lo que suscitó sospechas de comportamiento fraudulento sistemático.

Este episodio fue el punto de partida de su faceta como “sleuth”: investigadora del fraude académico, término anglosajón que ha ido adquiriendo visibilidad en los últimos años y que refiere a quienes detectan malas prácticas en la producción científica. En España, Angelines Oviedo es pionera en esta tarea; hasta ahora, no se conoce a otra académica o académico con un reconocimiento similar. El trabajo de Oviedo va más allá de simples alertas: su investigación identifica patrones, redes y prácticas repetidas que ponen en riesgo la credibilidad de la revisión por pares (peer review), un pilar fundamental de la ciencia moderna. En un contexto en que la presión por publicar puede generar incentivos pervertidos, la labor de quienes denuncian, investigan y exponen irregularidades como las descubiertas por Oviedo resulta esencial.

Desde IATUR, Angelines Oviedo aporta no solo trayectoria académica, sino también ética, rigor metodológico y valentía intelectual. Su descubrimiento demuestra que el fraude académico no es solo un problema abstracto, sino algo que puede detectarse mediante el análisis cuidadoso y sistemático de textos, revisores y procedimientos. El reconocimiento recibido refuerza el papel que debe jugar la comunidad científica en la vigilancia interna, la transparencia y la calidad investigadora.